domingo, 30 de noviembre de 2014

Los primeros filósofos jonios



Con la caída de Mileto, en 494, la escuela milesa llegó probablemente a su fin. Las doctrinas milesias pasaron a ser conocidas todas ellas como “la filosofía de Anaxímenes”, cual si a los ojos de los antiguos hubiese sido éste el principal representante de la escuela. Sin duda, su posición histórica como último representante famoso de ella bastaría para explicar tal fenómeno, aunque su teoría de la condensación y de la rarefacción -el intento de explicar las propiedades de los objetos concretos del mundo mediante una reducción de la cualidad a la cantidad- fue también, seguramente, base en gran parte de su renombre.
Podemos repetir una vez más que, en general, la mayor importancia de los jonios estriba en el hecho de haber sido ellos quienes plantearon la cuestión acerca de la naturaleza última de las cosas, más bien que en todas las respuestas particulares que dieron a esta misma cuestión. Podemos igualmente recalcar que todos ellos supusieron eterna la materia: la idea de que este mundo material hubiese tenido un comienzo absoluto no entró en sus concepciones. De hecho, para ellos, este mundo era el único mundo. No sería muy exacto, sin embargo, considerar a los cosmólogos jonios como materialistas dogmáticos. La distinción entre la materia y el espíritu no se había concebido aún, y, en tanto no se concibiese, difícilmente podía haber materialistas en el sentido que hoy damos a este término. Fueron materialistas en cuanto que trataron de explicar el origen de todas las cosas a partir de un elemento material cualquiera; pero no lo fueron en el sentido de que negaran deliberadamente la distinción entre materia y el espíritu, por la sencilla razón de que tal distinción no había sido concebida aún tan claramente como para que fuese posible su negación formal.
Apenas es preciso indicar que los jonios fueron “dogmáticos”, en el sentido de que no se plantearon el “problema crítico”. Estimaron que podemos conocer las cosas tales como son: estaban llenos de la ingenuidad de quien admira en medio del goce del descubrimiento.

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