jueves, 27 de noviembre de 2014

El registro fósil


Durante la ultima parte del siglo XVIII, renació el interés por los fósiles, que son los restos conservados de organismos desaparecidos hace mucho tiempo. En los siglos anteriores los fósiles habían sido coleccionados como curiosidades, pero generalmente habían sido considerados o bien como accidentes de la naturaleza, piedras que de alguna manera se parecían a conchas, o como evidencia de grandes catástrofes como el Diluvio descrito en el Antiguo Testamento. El agrimensor inglés William Smith (1769-1839) fue de los primeros en estudiar científicamente la distribución de los fósiles. Cada vez que su trabajo lo llevaba a una mina, a lo largo de canales o a campo traviesa, anotaba cuidadosamente el orden de las diferentes capas de rocas, conocidas como estratos geológicos, y recogía los fósiles de cada una de ellas. Finalmente estableció que cada estrato, independientemente del lugar de Inglaterra en el que se encontrase, contenía tipos característicos de fósiles y que estos fósiles eran realmente la mejor manera de identificar un estrato particularmente al comparar diferentes localidades geográficas. (Aun hoy los fósiles son utilizados para identificar estratos, por ejemplo, por parte de los geólogos en la búsqueda de petróleo.) Smith no interpretó cómo y por qué se habían formado los fósiles, pero sí pudo inferir que la superficie actual de la Tierra había sido formada capa sobre capa con el transcurso del tiempo.
Al igual que el mundo de Hutton, el mundo visto y descrito por William Smith era sin duda muy antiguo. Estaba comenzando una revolución en la geología; la ciencia de la Tierra se estaba transformando en un estudio del tiempo y del cambio, más que en un mero catalogar tipos de rocas. Como consecuencia, la historia de la Tierra quedó íntimamente ligada a la historia de los organismos vivos, como lo revelaba el registro fósil.

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