Otro filósofo
milesio fue Anaximandro. Parece que era más joven que Tales, pues
Teofrastro lo describe como un “discípulo y compañero” de
Tales. Igual que él, Anaximandro se ocupó en cuestiones de ciencias
prácticas, y se le atribuye la construcción de un mapa
-probablemente para uso de los milesios que navegaban por el mar
Negro-. Participó en la vida política, lo mismo que tantos otros
filósofos griegos, y condujo una expedición colonizadora a
Apolonia.
Anaximandro compuso
una obra en prosa sobre sus teorías filosóficas. Esta obra se
conserva todavía en tiempos de Teofrasto, a quien debemos valiosas
informaciones acerca del pensamiento de Anaximandro. Buscó
Anaximandro, como Tales, el elemento primordial y básico de todas
las cosas; pero decidió que ese elemento no podía ser ninguna clase
particular de materia, tal como el agua, puesto que el agua, o lo
húmedo, era en sí mismo uno de los “contrarios” cuyos
conflictos y recíprocas invasiones había que explicar. Si el
cambio, el nacimiento y la muerte, el crecimiento y la decrepitud, se
debe a un conflicto, al auge de un elemento a expensas de otro,
entonces -si se supone que todo es en realidad, en el fondo, agua-
resulta difícil entender por qué los demás elementos no han sido
disueltos desde hace ya mucho tiempo por el agua. Anaximandro llegó,
pues, a concebir que el elemento primero, el Urstoff,
era indeterminado. Era más primitivo que los opuestos, por ser
aquello de lo que éstos salían y a lo que volvían al corromperse.
Este
elemento primigenio (αρχή
) fue llamado por
Anaximandro -y, según Teofrasto, él fue el primero en darle tal
nombre- la causa material. “No es ni el agua ni ningún otro de los
elementos, sino una naturaleza diferente de ellos e infinita, de la
cual proceden todos los cielos y los mundos en éstos encerrados”.
Es τό απειρον
, la sustancia sin límites. “Eterna y sin edad”, “abarca todos
los mundos”.
Las
irrupciones de un elemento sobre los otros son presentadas
poéticamente como ejemplos de injusticia: el elemento cálido comete
una injusticia en verano, y el elemento frío en invierno. Estos
elementos determinados reparan sus injusticias al ser reabsorbidos en
el seno de lo Indeterminado-sin límites. He aquí un ejemplo de cómo
se hace extensiva, desde el ámbito de la vida humana al universo en
general, la concepción de la ley.
Hay
una pluralidad de innumerables mundos coexistentes. Cada uno de ellos
es perecedero, pero parece ser que hay un número ilimitado de ellos
que existen simultáneamente, viendo los mundos a la existencia en
virtud de un movimiento eterno. “Y, además, había un movimiento
eterno en el que se engendraban los cielos”. Este eterno,
movimiento parece haber sido una απόxρισις o “separación
clasificatoria”, una especie de criba como la que hallamos en la
doctrina pitagórica reseñada en el Timeo de Platón. Luego
que las cosas fueran separadas unas de otras, el mundo, tal como
nosotros lo conocemos, se formó mediante un movimiento arremolinado
a δίνη --los elementos más pesados, que eran la tierra y el
agua, permanecían en el centro del remolino, el fuego salía
despacio hacia la circunferencia y el aire quedaba en medio. La
tierra no es un disco, sino un cilindro de poca altura, “como un
tambor de columna”.
La
vida salió del mar, y las formas actuales de los seres vivientes son
el resultado de su progresiva adaptación al medio ambiente.
Anaximandro hace una audaz y aguda conjetura sobre el origen del
hombre: “...dice también que en el principio nació el hombre de
animales de otra especie, pues mientras los demás animales
encuentran muy pronto de qué alimentarse, solamente el hombre
necesita un largo período de lactancia, por lo que, si
originariamente hubiese sido como es ahora, nunca habría podido
sobrevivir”. Lo que no aclara -¡dificultad siempre para los
evolucionistas!- es cómo sobrevivió el hombre durante la fase de
transición.
Así,
pues, la doctrina de Anaximandro supone un adelanto con relación a
la de Tales: superando la designación de un elemento determinado
como primordial, llega a concebir un infinito indeterminado, del que
provienen todas las cosas. Más aún, intenta por lo menos responder
de algún modo a la cuestión de cómo evolucionó el mundo a
partir de aquel elemento primero.
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