En este ambiente
intelectual Nicolás Copérnico (1473-1543), astrónomo polaco,
formuló su teoría sobre el movimiento de la Tierra. Dedujo que la
forma más sencilla de explicar los movimientos observados del Sol,
la Luna y los planetas por el cielo es suponiendo que la Tierra y
otros planetas describen círculos alrededor del Sol. Durante años
desarrolló sus ideas sin hacerlas públicas, por dos razones
fundamentales. La primera fue que tenía miedo de ser perseguido; una
teoría tan distinta de la opinión común con seguridad se tomaría
como un ataque al orden establecido. La segunda razón fue que él
mismo tenía serias dudas, porque no podía reconciliar la idea de
una Tierra en movimiento con las ideas que prevalecían acerca del
movimiento. Finalmente, en los últimos días de su vida, y por la
insistencia de sus amigos más íntimos, mandó a la imprenta su De
Revolutionibus. El primer
ejemplar de su famosa exposición llegó a él el día de su muerte:
el 24 de mayo de 1543.
La
mayoría de nosotros conoce la reacción de la Iglesia medieval
contra la idea de que la Tierra viaja alrededor del Sol. Como las
ideas de Aristóteles se habían integrado de manera tan formidable a
la doctrina de la Iglesia, contradecirlas era cuestionar a la Iglesia
misma. Para muchos dignatarios del clero la idea de una Tierra en
movimiento no sólo amenazaba su autoridad, sino también las bases
mismas de la fe y de la civilización. Para bien o para mal, esta
nueva idea iba a derrumbar su concepción del Cosmos, aunque a final
de cuentas la Iglesia la adoptó.
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