La idea de que los
organismos pueden a través del tiempo y que un tipo de organismo da
origen a otro tipo de organismo es antigua, anterior a Aristóteles.
Una escuela de filosofía griega, fundada por Anaximandro (611-547
a.C), que culminó con los escritos del filósofo y poeta latino
Lucrecio (99-55 a.C) desarrolló no sólo una teoría atómica, sino
también una teoría de la evolución, ambas sorprendentemente
similares a los conceptos actuales. El trabajo de esta escuela, sin
embargo, era en una gran medida desconocido en Europa en el momento
en que la ciencia de la biología, según la conocemos actualmente,
comenzó a tomar forma.
En el siglo XVIII,
el francés George-Louis Leclerc de Buffon (1707-1788) se ubicó
entre los primeros científicos en proponer que las especies podrían
sufrir cambios en el curso del tiempo. Sugirió que además de las
numerosas criaturas producidas por la creación divina en el comienzo
del mundo, “hay familias menores concebidas por la Naturaleza y
producidas por el Tiempo”. Buffon creía que estos cambios tenían
lugar por un proceso de degeneración. De hecho lo resumió,
diciendo: “...el mejoramiento y la degeneración son una misma cosa
dado que ambas implican una alteración en la constitución
original”. La hipótesis de Buffon, aunque era vaga respecto a cómo
podían ocurrir los cambios, intentaba explicar la desconcertante
variedad de criaturas del mundo moderno.
Entre aquellos que
dudaban que las especies fueran fijas y no cambiasen estaba Erasmus
Darwin (1731-1802), el abuelo de Charles, Erasmus Darwin era médico,
naturalista y escribía prolíficamente, con frecuencia en verso,
sobre temas de botánica y zoología. Sugirió, fundamentalmente en
acotaciones y notas al pie de página, que las especies tienen
conexiones históricas entre sí, que los animales pueden cambiar en
respuesta a su ambiente y que su progenie puede heredar estos
cambios. Sostenía, por ejemplo, que un oso polar es un oso “común”
que por vivir en el Ártico se ha modificado y ha pasado estas
modificaciones a sus oseznos. Estas ideas nunca fueron formuladas con
claridad, pero son interesantes a raíz de sus posibles efectos sobre
Charles Darwin, aunque este último, nacido después de la muerte de
su abuelo, no parecía tenerlas en gran estima.
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