Es bien sabido que
Darwin fue el fundador de la teoría moderna de la evolución. Aunque
no fue el primero en proponer que los organismos evolucionan, o
cambian, a lo largo del tiempo, sí fue el primero en acumular una
cantidad importante de evidencias en apoyo de esto y en proponer un
mecanismo válido por el cual podría ocurrir la evolución. Para
comprender el significado y la importancia de la teoría de Darwin es
útil echar un vistazo al clima intelectual en el cuál él la
formuló.
La historia se
remonta a muchos siglos atrás. Aristóteles (384-322 a.C), el primer
gran naturalista, creía que todos los seres vivos podían ser
ordenados en una jerarquía. Esta jerarquía se conoció como la
Scala Naturae, o Escala de la
Naturaleza, en la cual las criaturas más simples tenían una
posición humilde en el peldaño más bajo, el hombre ocupaba el
peldaño más alto, y todos los otros organismos ocupaban lugares
adecuados entre estos extremos. Hasta finales del siglo XIX, muchos
biólogos creyeron en esa jerarquía natural. Pero, mientras para
Aristóteles los organismos vivos habían existido siempre, los
biólogos posteriores (al menos los del mundo occidental) creían, de
acuerdo con las enseñanzas del Antiguo Testamento, que todos los
seres vivos eran producto de la creación divina. Es más, creían,
que la mayoría había sido creada para el servicio o el placer de la
humanidad.
La
idea de que cada tipo de ser vivo surgió tal como es actualmente
-que fue creado especial y específicamente- era una idea apremiante.
¿De qué otro modo podría uno explicar el sorprendente grado en el
cual cada ser vivo estaba adaptado a su ambiente y a su papel en la
naturaleza? No fue solamente la autoridad de la Iglesia, sino
también, según parecía, la evidencia ante los propios ojos, la que
confería tal fuerza al concepto de creación especial.
Entre
aquellos que creían en la creación divina estaba Carl von Linné
(1707-1778), el gran naturalista sueco que ideó el sistema actual de
nomenclatura para las especies o grupos de organismos. En 1753, Linné
publico Species Plantarum
que describía en dos volumenes enciclopédicos cada especie de
planta conocida en esa época. En el momento en que Linné estaba
trabajando en este proyecto masivo, había exploradores que
regresaban a Europa desde Áfica y el Nuevo Mundo con plantas no
descritas previamente y con animales desconocidos, y aun,
aparentemente, con nuevos tipos de seres humanos. Linné revisó
edición tras edición para dar cabida a estos hallazgos, pero no
cambió su opinión de que todas las especies existentes hasta ese
momento habían sido creadas en el sexto día del trabajo de Diós y
habían permanecido fijas desde entonces. Durante la época de Linné,
sin embargo, se hizo claro que el patrón de la creación era mucho
más complejo que el que había sido pensado originalmente.
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