Sócrates
pertenecía, por su procedencia, al pueblo más bajo: Sócrates era
plebe. Se sabe, se ve incluso todavía, qué feo era. Pero la
fealdad, en sí misma una objeción, entre los griegos es casi una
refutación. ¿Era Sócrates siquiera un griego? La fealdad es no
pocas veces expresión de una evolución cruzada, inhibida
por cruzamiento. En otro caso
aparece como evolución decadente.
Los antropólogos entre los criminalistas nos dicen que el criminal
típico es feo: monstrum in fronte, monstrum in animo.1
Pero el criminal es un décadent.
¿Era Sócrates un criminal típico? Al menos no lo contradice aquel
famosos juicio de un fisonomista que tan escandaloso sonó a los
amigos de Sócrates. Un extranjero, que entendía de caras, cuando
pasó por Atenas dijo a Sócrates en su cara que era un
monstrum, que albergaba en sí
todos los vicios y apetitos malos. Y Sócrates se limitó a
responder: <<¡Me conoce, señor mío!>>.
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